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Bilbao no sería Bilbao sin Deusto
Cruzar su puente es casi un rito diario para miles de personas, un pequeño viaje entre dos mundos: el bullicio del centro y la serenidad de un barrio que supo crecer sin perder su esencia. Deusto no es solo un lugar: es una manera de vivir la ciudad, un equilibrio entre tradición, juventud y conocimiento que late a orillas de la ría.
El nombre Deusto (o Deustu en euskera) proviene del antiguo Deustua, un pequeño núcleo agrícola que durante siglos se extendía entre huertas y caseríos. Durante el siglo XIX, con el auge industrial, el barrio comenzó a transformarse: los caseríos dieron paso a talleres, astilleros y fábricas, y el puente levadizo de 1936 terminó de unirlo definitivamente a la gran ciudad.
Pero lo que realmente cambió el destino de Deusto fue una institución: la Universidad de Deusto, inaugurada en 1886 por la Compañía de Jesús. Aquella apuesta por la formación superior marcó el carácter del barrio, que pronto se llenó de estudiantes, profesores, librerías y cafeterías donde las ideas y los sueños circulaban tan libremente como el aroma a café.
La Universidad de Deusto no solo educó generaciones: cambió el mapa social de Bilbao. En torno a sus aulas nacieron intelectuales, periodistas, economistas y artistas que más tarde serían parte esencial de la identidad cultural vasca.
Deusto se convirtió en un punto de encuentro: los hijos de las familias obreras y los de la burguesía compartían los mismos bares, las mismas calles, los mismos debates sobre política, filosofía o arte. Esa mezcla de orígenes creó un ecosistema diverso y vibrante.
Aún hoy, el edificio neoclásico de la Universidad impone respeto. Sus pasillos conservan un aire de solemnidad, pero en el exterior, la vida bulle entre jóvenes de medio mundo que llegan para estudiar Administración, Ingeniería, Derecho o Comunicación.
La Universidad no solo mira al pasado: sus programas de innovación, sus incubadoras de startups y su apuesta por la sostenibilidad la mantienen entre las más prestigiosas del Estado.
Deusto tiene ritmo propio. Por las mañanas, el barrio despierta al paso de quienes cruzan el puente rumbo a sus trabajos. Los estudiantes llenan los cafés —como el legendario Café Deusto o el Bizipoz— con portátiles y cuadernos. A media mañana, los bares se animan con el txakoli y el pintxo, mientras los tenderos saludan por su nombre a los clientes de siempre.
Por la tarde, el paseo por la ribera de Botica Vieja se convierte en un ritual. Los corredores, ciclistas y paseantes disfrutan del reflejo dorado del sol sobre el Guggenheim, al otro lado del agua. En verano, las terrazas se llenan de conversaciones que duran hasta bien entrada la noche.
Y al caer el día, Deusto se apaga lentamente entre las luces del tranvía y el sonido lejano del tráfico en la Avenida Universidades. Es un barrio que respira calma, pero con la energía constante de quien sabe que vive en el centro de algo especial.
Deusto es un ejemplo perfecto de cómo un barrio puede modernizarse sin renunciar a su identidad. Aún sobreviven viejos edificios de ladrillo y talleres reconvertidos en viviendas o espacios culturales, mientras nuevos proyectos urbanísticos, como el Canal de Deusto, prometen transformar la zona en un espacio aún más abierto al futuro.
Sin embargo, los vecinos no olvidan de dónde vienen. Las asociaciones locales luchan por mantener el comercio de barrio y preservar la vida vecinal frente a la presión inmobiliaria. “Queremos un Deusto vivo, no solo bonito”, se escucha a menudo en sus reuniones.
Y es que, más allá de la estética, Deusto siempre ha tenido alma práctica y solidaria. La red de apoyo comunitario que nació durante la pandemia sigue activa hoy, ayudando a familias mayores o solas, organizando mercados de intercambio y promoviendo la cultura de proximidad.
El arte tiene en Deusto un aliado natural. No solo por la cercanía con el Guggenheim, sino porque el barrio lleva décadas cultivando sus propios espacios creativos. El Centro Cultural Bidarte, por ejemplo, ofrece talleres de teatro, danza, fotografía y música para todas las edades.
Cada año, el Festival de Teatro de Deusto transforma las calles en escenarios y los balcones en palcos improvisados. También hay un resurgir de las lonjas culturales y de colectivos artísticos que utilizan los muros del barrio como lienzo.
Y si hablamos de música, Deusto tiene historia. En los 80 y 90, varios grupos de rock bilbaíno ensayaban en locales cercanos a San Pedro. Hoy, los sonidos han cambiado, pero el espíritu sigue ahí: cada vez más jóvenes músicos y DJs nacen en este lado de la ría, alimentando la escena underground de la ciudad.
Deusto es uno de esos barrios donde comer es parte de la identidad. En sus bares se cruzan generaciones, idiomas y estilos. Hay clásicos como El Huevo Frito, Gatz, La Catedral, o La Viña de Henao, donde el trato es tan importante como la receta.
El pintxo de tortilla es casi una religión, y las barras rebosan opciones: gildas, croquetas, mini hamburguesas y bocados que mezclan tradición vasca y fusión moderna. En verano, las terrazas de Lehendakari Aguirre se llenan de vida, risas y ese aroma inconfundible a chipirones que anuncia que es viernes.
Aunque a primera vista Deusto parezca pura ciudad, guarda espacios donde respirar. El Parque de Botica Vieja es un oasis junto a la ría, con zonas verdes y vistas espectaculares al Guggenheim. También el Monte Kobetas, a pocos minutos, ofrece rutas perfectas para desconectar con Bilbao a tus pies.
No es raro ver familias enteras haciendo picnic o grupos de amigos tocando la guitarra frente al atardecer. Esa mezcla entre lo urbano y lo natural define la personalidad tranquila y amable del barrio.
Deusto es uno de esos lugares que no necesita alardes para ser querido. Quien ha vivido aquí lo sabe: hay algo en su aire que engancha. Quizás sea la mezcla entre tradición y juventud, o la sensación de estar siempre cerca de todo.
La palabra más repetida por sus vecinos es “orgullo”. Orgullo de barrio, de historia, de cultura y de comunidad. Orgullo de poder decir “soy de Deusto” sabiendo que eso significa formar parte del corazón intelectual y humano de Bilbao.
Desde los estudios de Mi Radio 97.5 FM / Mozoilo Irratia, la voz de Deusto se escucha cada mañana: historias, música, entrevistas y noticias que conectan la vida diaria del barrio con el resto de Bizkaia.
Porque la radio, como Deusto, también une orillas. En un mundo donde todo cambia demasiado rápido, las ondas siguen recordando lo esencial: la cercanía, la voz, la palabra compartida.
Deusto soñó con ser universidad y acabó convirtiéndose en mucho más: en símbolo de una Bilbao moderna, abierta y humana.
Hoy sigue creciendo, mirando al futuro con la misma serenidad con la que la ría refleja su historia.
Y mientras alguien cruce su puente al amanecer o al anochecer, Deusto seguirá cumpliendo su sueño: ser el punto donde la ciudad se piensa, se siente y se recuerda.
Escrito por Mozoilo Irratia
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