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Si el Guggenheim es el símbolo moderno de Bilbao, las bilbainadas son su banda sonora más auténtica.
Son canciones que huelen a vino, a ría, a alegría y a nostalgia.
Coplas populares que cuentan la vida cotidiana de una ciudad orgullosa, trabajadora y con un sentido del humor inconfundible.
Escucharlas es viajar en el tiempo: regresar al Bilbao de los tranvías, de los txikiteros cantando en las tabernas, de los domingos de vermut y las verbenas de barrio.
Porque una bilbainada no se escucha: se vive.
La bilbainada nació entre finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Bilbao hervía de vida industrial y marinera.
Los trabajadores del puerto, los mineros y los obreros de las fábricas llenaban las tabernas al acabar la jornada, y entre risas y tragos de vino comenzaron a improvisar canciones.
Eran tiempos duros, pero el humor era su refugio.
Aquellas coplas hablaban de amores imposibles, de las calles del Casco Viejo, de las fiestas del Arenal o de la rivalidad con los pueblos vecinos.
Y, como buenos bilbaínos, las cantaban con orgullo exagerado, entre la broma y la verdad.
No existían estudios de grabación ni escenarios: la bilbainada nació en las barras, no en los teatros.
Pasaba de boca en boca, de generación en generación, y pronto se convirtió en parte del ADN de la ciudad.
Con el tiempo, aquellas canciones populares saltaron de las tabernas a los escenarios.
A mediados del siglo XX comenzaron a formarse agrupaciones que profesionalizaron el género, grabando discos y actuando en fiestas, radios y teatros.
Los más recordados son:
Los Txikiteros del Arenal: pioneros en mantener viva la tradición, con voces potentes y letras llenas de humor.
Los Chimberos: probablemente el grupo más famoso. Su versión de Desde Santurce a Bilbao o Bilbao, Bilbao son auténticos himnos populares.
Los Cinco Bilbaínos: con un estilo más coral, llevaron las bilbainadas por toda España.
Los Zorros, Los Bocheros y Los Cuatro Ases: ejemplos de la segunda generación, que mantuvieron vivo el género en los años 60 y 70.
Muchos de ellos grababan en estudios locales o incluso en la propia Radio Bilbao, cuando la radio era el gran altavoz del pueblo.
Una bilbainada se reconoce desde el primer acorde: melodías alegres, coros potentes, letras llenas de humor y amor por la tierra.
Son canciones que no pretenden impresionar, sino unir.
Y siempre, siempre, llevan el sello bilbaíno: orgullo, picardía y ternura.
Algunas hablan de la ría y del mar:
> “Desde Santurce a Bilbao,
viene por toda la orilla,
marinera remangada,
luciendo la pantorrilla…”
Otras de la ciudad y sus gentes:
> “Bilbao, Bilbao, Bilbao,
qué bonito eres tú para mí…”
Y otras, del Athletic, del txakoli o de la cuadrilla de amigos:
> “Aupa Athletic, beti zurekin,
cuando juegas vibra el botxo entero…”
Pero todas comparten lo mismo: una mirada festiva y sentimental sobre la vida cotidiana.
Las bilbainadas no lloran: celebran.
Las bilbainadas fueron, durante décadas, la banda sonora de cada celebración:
en las romerías, en las bodas, en las comidas familiares, en las txosnas de Aste Nagusia.
Cualquier bilbaíno de cierta edad recuerda los domingos por la mañana escuchando las bilbainadas en la radio mientras olía el guiso o el asado en la cocina.
Era una cita familiar, una forma de identidad compartida.
Y si había vino de por medio, mejor aún: el txikiteo y las bilbainadas iban (y siguen yendo) de la mano.
Los grupos de amigos —los famosos txikiteros— se reunían para cantar en los bares del Casco Viejo, copa en mano, recorriendo calle por calle entre risas y abrazos.
Todavía hoy, cada 11 de octubre, se celebra el Día del Txikitero en el Casco Viejo, con coros que interpretan bilbainadas en las calles mientras suena el brindis final al pie de la Virgen de Begoña.
Es una de las tradiciones más queridas de Bilbao.
Más que canciones, las bilbainadas son un espejo de la historia local.
A través de sus letras se puede leer la evolución de la ciudad:
del Bilbao marinero al industrial, del gris al moderno, del hierro al titanio.
Hablan de la ría, de los puentes, del Arenal, de Indautxu o de Santutxu.
De los bares desaparecidos y los que aún resisten.
De las mujeres que sacaban adelante a las familias, de los marineros que traían pescado desde Santurtzi, de los currelas de Altos Hornos o Euskalduna.
Cada canción guarda un pedazo de historia oral que ni los libros ni los museos podrían contar igual.
Y por eso siguen siendo tan valiosas: porque en su sencillez está nuestra memoria.
Las emisoras locales —como Mi Radio 97.5 FM, heredera de esa tradición de cercanía— han jugado un papel fundamental en la difusión de las bilbainadas.
Durante décadas, los programas matinales o de los domingos fueron su hogar natural.
Allí se escuchaban discos de vinilo de Los Chimberos o grabaciones en directo de las fiestas del Arenal.
Incluso hoy, cuando la música se escucha en streaming, sigue habiendo un momento mágico al oír una bilbainada en la radio: te devuelve a casa, al origen, a ese Bilbao de alma noble y tono alegre.
No importa cuántas veces la escuches: al sonar “Desde Santurce a Bilbao”, todo bilbaíno sonríe.
Las bilbainadas han pasado por altibajos.
Durante un tiempo, parecían relegadas a un público mayor o nostálgico.
Pero en los últimos años han resurgido con fuerza gracias a coros populares, asociaciones culturales y músicos jóvenes que las versionan o las mezclan con sonidos modernos.
Bandas locales las reinterpretan con guitarras eléctricas o ritmos de ska y folk, y los colegios las enseñan en proyectos de identidad cultural.
También en las txosnas de Aste Nagusia, entre conciertos de rock y DJs, siempre hay un momento para que suene una bilbainada.
Y cuando suena, todos —jóvenes y mayores— la cantan.
Porque, más allá de estilos y modas, estas canciones siguen siendo nuestras.
Algunas bilbainadas emblemáticas:
🎶 Desde Santurce a Bilbao: la más conocida. Canta la historia de una mujer marinera que recorre la ría vendiendo pescado.
🎶 Bilbao, Bilbao: auténtico himno de amor a la ciudad.
🎶 Ay chirrín, chirrón: una de las más festivas y populares.
🎶 Cuando salí de Bilbao: melancólica, sobre la nostalgia del emigrante.
🎶 Los del Casco Viejo: homenaje a los barrios y a la cuadrilla.
🎶 Txakolí del de mi abuela: con humor y vino, imprescindible en cualquier comida popular.
Cada una tiene algo distinto: unas te hacen reír, otras te emocionan. Pero todas tienen ese punto inconfundible de bilbainidad que no se puede fingir.
Las bilbainadas son más que canciones viejas.
Son la voz de una ciudad que nunca ha dejado de cantar.
Que ha sabido adaptarse al tiempo sin perder la alegría, que se ríe de sí misma y que convierte cualquier esquina en escenario.
Cuando suena una bilbainada, el Bilbao moderno se encuentra con el antiguo.
Los nietos cantan con los abuelos, los jóvenes descubren letras que parecen escritas ayer.
Y en cada voz, en cada acorde, se escucha lo mismo: el alma de Bilbao.
Porque aquí, entre el hierro, la ría y el titanio, sigue latiendo una melodía que nos une a todos.
Una canción eterna que empieza siempre igual:
> “Bilbao, Bilbao, Bilbao,
qué bonito eres tú para mí…”
Escrito por Mozoilo Irratia
Desde 1993. Música ambiental/espacial, orquestal, new age, electrónica y bandas sonoras. Con Javier Bedoya.
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